martes, 24 de septiembre de 2013

Roberta Garza - Suerte para la próxima

Para el gobierno el parto de la reforma educativa, hecha para acotar el poder de los líderes del sindicato magisterial —quienes verán comprometida su capacidad de vender o heredar plazas y otras jugosas prebendas, mecanismos que les aseguraban súbditos tan leales como móviles para obtener por la buena o por la mala mayores privilegios—, no parece estar funcionando. No es que haya sido su intención primaria pero en cuanto al mejoramiento de la calidad educativa en las aulas el numerito dispone poco, y probablemente va a servir de menos, y solo si el gobierno federal, que hoy en el papel detenta la sartén por el mango, efectivamente le asigna más valor al desempeño pedagógico del docente que a su filiación, docilidad o desempeño político. 




Los precedentes nacionales no son muy alentadores, como tampoco lo es la poca disposición del sindicato a ceñirse en los hechos a lo dispuesto en las reformas: la movilización llamada para el miércoles y la negativa siquiera a que les hagan un censo así lo indican. La pregunta aquí es si, de no tener otra salida, el gobierno estará dispuesto a despedir y reemplazar, como puede hacerlo bajo las nuevas leyes, a los docentes que ya cumplieron algo más de tres días sin presentarse a trabajar. Hay de dos sopas: meses o años de protestas cada vez más radicales o una ley que, como la mayoría de sus similares en México, en algunos estados del país que no son Monterrey estará vigente pero sin cumplirse. Suerte para la próxima reforma.
A quienes promueven el estallido social gritando represión y autoritarismo, soñando con estudiantes buenos conducidos por líderes amorosos hacia un país progresista y de vanguardia, pero sin matrimonio entre gays, prensa libre ni otras instituciones democráticas más allá de la mano alzada ante la pregunta maniquea y a modo, me parece que tampoco se les va a hacer. El movimiento magisterial 2013 ha tenido poco eco, incluso en una capital generalmente receptiva a sus demandas, más allá de los grupos de costumbre: el CGH, el SME, los anarcovándalos, los partidos políticos afines a Corea del Norte y similares canelas finas. La abulia del mexicano promedio es un factor, pero los lastimosos logros educativos de los marchantes y su ausencia de sensibilidad a la hora de ahogar a la ciudadanía para presionar a las autoridades le han dado al traste a cualquier empatía. Suerte para la próxima revolución.
Por último —en todos sentidos—, está una niñez condenada al analfabetismo, a la lumpenización y a la desesperanza. Este México que tenemos hoy, donde el ciudadano vive desamparado ante la cultura de la ilegalidad y donde se castiga el esfuerzo y el éxito, es producto en caída libre de una revolución que a muy pocos les ha hecho justicia y que, a pesar de la retórica asistencial-nacionalista de la dictadura, particularmente desde Luis Echeverría, y luego del triunfalismo teto y despistado de la mal llamada alternancia, se ha cebado en los más débiles. Hoy los estados que más necesitarían de habitantes intelectualmente solventes, capaces de desenmascarar y erradicar a quienes lucran con su pobreza histórica, son los que menos herramientas tienen para hacerlo, ensanchando la brecha de la desigualdad y orillando a sus futuros jóvenes a venderle llaveritos al turista o a convertirse en zombis que pasan lista y marchan al son de consignas vetustas e inútiles. Suerte para la próxima reencarnación.
Twitter: @robertayque



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